martes, 16 de mayo de 2017

AQUI MANDO YO Y... A CALLAR!!! ( Fernando Carlos Pérez A.) # salvemoslaplazadelgrano

AQUÍ MANDO YO Y…A CALLAR!!!

   Cuarenta años de democracia formal en nuestro país dan, entre otras cosas, para poder reflexionar, con una aceptable referencia de observación, sobre la evolución de nuestra sociedad.
   Durante muchos años, escuchamos un coro de voces de sesudos  politólogos, tertulianos bien pagados y analistas de aluvión, presumiendo de la ejemplaridad con la que un maduro, democráticamente hablando, pueblo español, había dado una lección al resto del mundo, sobre cómo transitar de una dictadura a una democracia sin paragón universal. Deberíamos haber sido más críticos, más exigentes en nuestro propio beneficio con dicho análisis. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Los partidos políticos que se crearon, heredaron pautas de funcionamiento y comportamientos propios de un régimen autoritario, que, aún hoy, permaneces y aparecen a la luz pública, en cuanto se rasca mínimamente, su barniz exterior.
   Dejando al margen factores, como nuestro sectarismo, que nos lleva siempre a elegir caudillos, o la idea mayoritaria que considera “legítima” la mentira y el engaño, de cara a resultar votado y acceder al poder, nos fijaremos en uno de los efectos que este estado de cosas tiene, sobre nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural.
   Los cargos que elegimos para gestionar lo común, llegan al poder con un concepto patrimonialista del mismo: “Me han votado y ahora, aquí se hará lo que yo diga, porque esto es mío. Los míos me apoyaran ciegamente en cualquier medida de gobierno o decisión, como caudillo que soy, y, mis adversarios, que se aguanten cuatro años”. Frases que están en las hemerotecas pueden servir de ejemplo: “El dinero público no es de nadie”, “Yo nombro a quien me sale de los cojones” etc.
   Por supuesto, es evidente que esto conduce, más pronto o más tarde, al epicentro de la corrupción. Sobre todo, si al guiso añadimos factores legales, confeccionados a medida casi siempre, otros de irresponsabilidad, descontrol, ambición y ánimo de lucro personal o de partido, clientelismo, impunidad y ley mordaza.
   Los ejemplos de esta perversa dinámica, podemos verlos a diario. Ahora mismo, en nuestra capital, tenemos uno clarísimo en la remodelación de la Plaza del Grano. La postura del regidor municipal y su equipo de gobierno, hoy en minoría políticamente hablando, priorizando un concurso de ideas, curiosamente ganado por un afín, sobre la voluntad de infinidad de ciudadanos, de la élite del mundo cultural leonés y sobre más de veinte mil firmas que consideran como un bien común esa plaza y se oponen al proyecto de remodelación actualmente ejecutándose. Solamente hay que acercarse a contemplar el destrozo ya realizado en la plaza, para que las mentiras vertidas acerca del “impacto ínfimo” y la garantía sobre la “integridad de la esencia” por el Alcalde Silván, queden al descubierto.
   Ha sido atronador el silencio de la reina del Grial, la ectoplásmica Margarita Torres, el injustificable retraso en posicionarse de algunas fuerzas de la oposición municipal, obedientes al principio expuesto de “ahora mandas tú y harás lo que te parezca, como lo haré yo en cuanto mande aquí”, el enmudecimiento agradecido de Promonumenta, la beligerancia pastueña de los medios de comunicación apesebrados en el presupuesto que reparte, o no, el cacique democráticamente elegido.
   La lección sería suficiente para abrir los ojos ciudadanos y alertar del peligro de esa forma patrimonialista de ejercer el poder, que pende permanentemente como espada de Damocles, sobre nuestra herencia colectiva. Porque cualquier día se presenta un magnate mejicano, promete, o incluso da, unos cientos de puestos de trabajo, beneficiando, eso sí, a familiares y militantes afines al que gobierna, y ese alcalde de permanente sonrisa de clínica dental, le facilita la adquisición o el uso del Edificio Botines para apartamentos turísticos de lujo, del Panteón Real de San Isidoro como sala de juntas de alguna fundación o, incluso, de la Catedral como centro comercial o outlet. Todo ello encuadrado en su idea que se ajusta a la definición del término patrimonio, que consagra el diccionario: “Bienes propios adquiridos por cualquier título”

Fernando Carlos Pérez Álvarez.

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